Se me enciende la vista con tus rizos tan finos
que parecen retoños de la flor del acanto,
tan sedosos y negros, me trasmiten encanto
de misterios profundos, en parajes divinos.
En tus senos lozanos beberé de los vinos
que bebían los dioses en su altar sacrosanto,
y tus manos de seda quitarán el quebranto
que producen los sueños con delirios ferinos.
Y tu tierna mirada que ilumine el sendero
que conduce a la gloria del eterno soñar,
y morir en tus brazos de tu amor prisionero
escuchando el murmullo de tu voz al hablar,
que diga muy serena, con trinos de jilguero,
que por siempre en la vida tu me vas adorar!
Autor: Aníbal Rodríguez.