Te ví, y tal vez me enamoré.
No estoy seguro de ello.
De lo que sí estoy seguro,
es que sentí la necesidad
de conocerte personalmente.
A través de tus palabras,
me di cuenta que seguías
en pantalla con tus promesas...
que sólo eran promesas...
como un juego.
Que no se acaba nunca.
Decías sentirte feliz...
En realidad, ambos
nos sentimos felices
por las palabras de amor
que nos enviábamos.
Me encantó tu rostro.
Me enamoré de tus sentimientos.
De tu personalidad.
Nos entreteníamos sintiendo,
aparentemente, un profundo amor.
Me decías que eras soltera.
Te creí. Todo lo que me decías,
lo creía.
He sido tal vez muy iluso.
Lo que sí puedo asegurarte,
es que necesitaba de tu compañía,
aunque sólo fuese
mirando tus palabras
a través de la pantalla.
Promesas que, interiormente,
ambos sabíamos no cumpliríamos.
Pero qué importancia tenía...
Éramos felices...
a pesar de la inmensa distancia...
Hugo Emilio Ocanto