Llegó a mi incipiente entendimiento
posándome a mi vera,
rozando mis mejillas de lactante,
dejándome en su vuelo la quimera
del germen entusiasta por la vida:
el germen del amor; pasión por la belleza.
Crecí con ese ensueño
mas ya jamás volví a tenerla cerca.
Anduve por caminos pedregosos
cruzando la amargura y la miseria;
hurgué por los confines opulentos
que crean y conducen la riqueza…
Mas ella ya no estaba en mi camino,
camino equivocado de una meta
buscada, e implorada con constancia,
con garras, e insistencia.
La vi en la sonrisa de una niña,
corrí veloz en pos de Ella;
la vi en la abertura de una rosa,
posada, silenciosa, quieta.
La vi sobre la espuma de una ola
citándome a su encuentro…
Ocurre siempre igual, la misma historia;
allí cambia de sitio, de sonrisa,
de rosa, de una flor a otra, de boca,
¡Siempre volando! ¡Siempre escurridiza!
¡Siempre huyendo, de mi presencia!
Ahora, cuando el sol se acerca
al fin de su trayecto.
Ahora, cuando nada espero;
ahora, cuando ya no voy tras ella,
ahora, cuando no la necesito
y vivo en paz conmigo mismo, llega;
se posa suavemente sobre el hombro
y en silencio me observa,
cargada de quietud, de paz, de calma,
y ve la aceptación de mi existencia,
también la cara alegre
del niño aquel, que aún la espera.
Quizá es compasión lo que la mueve;
quizá por la ilusión de una experiencia;
quizá por un ensueño inexistente,
quizá quiere premiar mi persistencia,
el caso es que de pronto,
feliz revolotea y se me acerca
y anclándose en mi boca, al fin, me besa.
Cecinape 13/01/2017