Poco a poco se fue creando esta hondonada
hasta parecer un precipicio insalvable
fue un día y luego otro hasta que se volvió la vida
como fuimos dejando de hablarnos
y como ahora no tenemos qué decirnos.
Sólo nos queda repasar recuerdos
y pensar que ya no hay forma de pasar este precipicio
que nos seguiremos viendo como a través de un vidrio
con imágenes que se miran sin entenderse.
Tal vez no nos dimos cuenta
o creímos que era normal, que pasaría
y nos fuimos acostumbrando a no vernos, al olvido
o es posible que fuimos enseñados a la indiferencia
a no darnos importancia.
Por eso es lógico que sonemos repetidos, intrascendentes
que nos de pereza encontrarnos
porque nos vemos como perfectos desconocidos, inconexos
Sin un lazo que nos una, sin anécdotas comunes
sin un proyecto que hayamos hecho juntos
No te culpo ni me culpo
nada más pienso que así fueron las cosas
que mucho tuvo que haber intervenido
para que todo haya sido de esta forma.
Asuntos concretos, otros ni sabemos
y mucho de descuido, de dejar pasar el tiempo
y quizá algo de evadirnos
de evitar que yo sepa cosas
y no querer que tu sepas otras.
Usamos la distancia como mecanismo de defensa.
Seguramente que las vidas son de dos tipos:
unas según el tamaño de sus distancias
y otras por su total cercanía.
Y tomar uno de los dos caminos
nada más depende de aceptarnos cómo somos
sin poses, sin temores, sin verguenzas.
De toda forma nada nos justifica
sólo es cuestión de sacar el rato
oírnos, intercambiar, andar por ahí
y comernos algo
Ahora que ya pasó la vida
tomemos el tiempo que nos queda
y hagamos un puente a este precipicio.