No hay techo para aquél
Que ve con ojos de desacierto
Los pasos de otros caer
Mientras ese mismo le sopla el viento.
Porque no hay más mentira que la traición,
Cruel, hedionda, horrible y lastimosa,
Llamando a la avaricia y a la envidia
Trayendo con sus raspaduras, un oleaje de dolor.
Y no ser uno mismo él que tenga que juzgar
A los desorientados que encallan en ese muelle,
Porque preconcebir jugando a los dados
Es como mirar a la muerte y pensar que se puede escapar de ella.