Dìas de lluvia,
en la gran casa
del techo de caña amarga,
el agua a cantaros
corría por la canal,
el árbol parecía llorar,
totalmente mojado,
mientras el tinajero
le observaba,
y en su tristeza,
sus lágrimas gota a gota,
claras, puras y frescas
de su canto brotaban.
Todos los niños
descalzos chapotèabamos
en el charco del patio,
viendo navegar
los barquitos de papel.
y la vida continua...