Hay una Sevilla americana
y una población variada
negra, morisca y gitana
blanca judía y cristiana.
Gracias al oro y la plata
aquí almacenada, la ciudad prosperaba,
pero en medio de tanta riqueza,
había un pintor que todo lo pintaba,
ese niño mendigo de quien nadie se
acordaba, y una Inmaculada tan hermosa,
que parecía de carne con su cabellera larga,
como una cascada, ese pintor era Murillo, el
de la Sevilla Americana.