Que nos queden los nunca. Los que nunca fueron. Que nos queden las palabras no dichas, los sentimientos no expresados, las vidas no vividas.
Dejemos los no sobre la mesa y guardemos los si en los bolsillos.
Que nos queden las lágrimas y el sin sabor de todas las amarguras, las penas y todas las peleas inconclusas que siempre tendrán esos tres jodidos puntos suspensivos.
Que nos queden los orgullos, las mentiras. Que se sienten y tomen una taza de café en la sala.
Que nos queden las historias de afuera, esas que hicimos con comas y que jamás quisimos cambiar por puntos.
Que nos queden las heridas, las sanas que ahora son solo cicatrices, las abiertas, profundas y superficiales. Que aún duelen, que aún sangran. Que aún nos pertenecen.
Que nos queden en la puerta, las peleas, los insultos, los destrozos de los seres furiosos.
Que nos queden las intermitencias del amor, la pasión y la alegría.
Que nos abracen los tiempos duros, los corazones rotos, las huidas inevitables.
Que nos quede todo aquello que nos destrozó el alma. Que nos quede para que recordemos que somos humanos. Que nos equivocamos y que aún así continuamos. Que recordar y amar lo bueno es fácil. Vivir con lo que nos lastima es verdadero coraje.
QUE NOS QUEDE VIDA, PARA ASÍ SEGUIR VIVIENDO.