Amaneceres blancos
donde ya no nacen las flores
a donde ya no van las golondrinas,
amaneceres blancos
nacidos de los ecos del infierno
retumbantes de fuego.
Sigilos entre paso y paso,
silencio entre letra y letra,
miedo en las paredes alta,
pies fríos
que quedan sin tapar
en una gran cama;
con un tango seductor
te lo llevas a la perdición,
danzas en las cuerdas de los violines,
te anuncias...
con tu vestido largo.
Anochecer negro,
cuna de la soledad
mecedora del olvido,
cariñosa con el indeciso,
besadora del silencio
donde ya nadie duerme,
donde ya no existe comienzo
donde ya no se llora
lo perdido;
pisos asperos,
pensadores del universo plenos y sumidos,
ya no nazco
ni te tus dedos
ni de tus manos,
no permanezco
ni trasciendo.
Amaneceres blancos,
anochecer oscuro,
espejos que buscan su propio reflejo,
ecos que buscan la precisión,
mentes vacias ,
cuerpos entregados
ya decididos,
finalmente me entrego,
muerte,
ya no te temo...
ven por mi.
Antonia Camargo.