Al clavar en mis ojos su mirada
sentí los resplandores de otra aurora;
mi musa me dictó versos cada hora
y la pluma jamás sentí cansada.
Y al brotar del amor la llamarada,
volvióse mi alma aún más soñadora;
quiso mostrarle el mundo donde mora,
do jamás al volar es limitada.
Pero... ella no entendió el ferviente anhelo
que supo transportarla al alto cielo,
¡pues sólo era una máquina insensata!.
No sé como pensé que entendería
mi cariño, mi amor y mi poesía,
¡si tiene un corazón que es de hojalata!.
¡