El día se divide en dos;
la mañana sepulta el ombligo;
la tarde abre una feria de tiovivos que suben y bajan
hasta quedar varados.
Hay seres invisibles que mienten hasta
su propia
sombra.
Vitrales se nutren de subrepticios ojos y bocas
que se castran
para desterrar la verdad
de sus memorias.
En sus viviendas, los pájaros dorados ríen,
se asustan
al decir sus nombres
temiendo que mienten.
Cada uno se distancia de cada otro
no es suficiente un mundo
para acercarlos a todos.
El día se convierte en nada y la nada es todo.
Todo sucede en un día.