La humedad respira su aliento último
ya no hay piedras que lloviznen desgracias
ni estómagos que crujan oxidados ayunos
de amor de larga data.
Es feliz,
su dedo anular volvió al anillo
y los retratos a los clavos.
Pasó el plumero al recuerdo que golpeaba,
metió los celos en bolsas de residuos
y perfumo el futuro de vientres y lavandas.
Parir la redondez
le trae calma.