La vida me pasa
y en mi piel se encierra
la dulce fragancia
de una brisa peregrina,
mas, en mis poros deambulan
los azules átomos
cual hijos perdidos
de muchos amores
de carencia ninguna.
Mis ojos sonríen
sin siquiera abiertos
pues ellos saben
que en sus adentros cobijan
primaveras futuras,
y al abrirlos encuentran
la miel de los prados
de frutos cargados
de una vida que alientan...
Cómo no querer
en ella existir
si el sol me alimenta
en cada mañana
regalando mil rosas
y en su ocaso me dice
¡vive el día y la noche
que la vida es hermosa!
Autor: Jorge Aimar Francese Hardaick
- Argentina - 16-01-2017
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