Déjame besar tus labios,
aquellos que no me mienten,
y acercarme a tus luceros,
tan negros e impacientes,
mis ojos se derriten,
al mirar los tuyos como sol naciente,
y mi corazón,
tirita mas no de frío,
sino del miedo a perderte.
Déjame mirarte, mientras te pierdes a lo lejos,
y acariciar la sombra, que en el camino tú dejaste,
Déjame impregnar, tu huella entre mis tibias manos,
y guardarte celosamente, entre mis brazos y mi pecho.
Déjame pensar, que tu corazón es parte del mío,
y que tus cabellos, son la heredad, de un nocturno viento;
déjame imaginar, que tus labios me pertenecen,
y así también el cofre, que encierra tu dulce pecho.
Déjame quererte,
y abrazar la calidéz, de tu amable abrigo,
y también de tu sonrisa, ligada a mis ojos,
de tu palabra, sembrada en este amor mío,
y déjame vivir con este sueño mío,
que permite rosas y alhelíes,
en plena tarde, del ocaso y triste estío.
Y déjame ser tuyo,
como el aire que respiras,
y ser también tu estrella o la luz de tu camino,
déjame ser el tallo,
donde florecen tus jazmines,
y también ser el rocío, del que bebe tu amorío;
Déjame amarte siempre,
y perderme en tu cariño,
para vivir eternamente,
cada día, cada noche...
cada siempre, que estas conmigo.