Amor, la madrugada
parece tan vacía si estás lejos,
añoro tu mirada
cuando en ti me reflejo
y son de mí tus ojos fiel espejo.
Añoro tus arenas
tus mejillas de seda y amapola,
tu cuello de azucena,
y tu pecho de ola,
y tu risa feliz de caracola.
Y añoro tu ternura,
tus manos de paloma volandera,
la flor de tu cintura,
tu sonrisa ligera,
y tus amadas piernas de gacela.
Y sueño que de nuevo,
puedo apoyar mi sueño en tu regazo,
y sueño con tu sueño,
y sueño con tu abrazo,
y sueño con perderme entre tus brazos.
Con perderme, seguro
de encontrar el camino hacia tu centro,
pues en el tramo oscuro
me sales al encuentro,
y tu luz me ilumina desde dentro.
Amor, tú qué has sabido
llenarme de esperanzas e ilusiones,
en ti se han recogido
todas mis ambiciones
y a cambio me has llenado de tus dones.
Amor, tú has descubierto
en mi alma rincones escondidos
y en mi amor has abierto
sentimientos dormidos
que eran de mi amor desconocidos.
En ti he hallado
mis anhelos, mi afán, mi fe, mi norte
mi meta, mi cayado,
mi polar, mi soporte
y del salto a la vida el resorte.
Y ese rincón caliente
que construimos con besos trecho a trecho
es ya nuestro presente,
nuestro hogar, nuestro lecho
y del amor que nace, fuego y techo.
Amor, déjame ahora
devolverte todo lo que me has dado
y a este hombre que te adora,
tu fiel enamorado,
déjale regalarte su pasado.
Un pasado que es tuyo
pues todo lo de antes ya no existe,
ya no existe mi orgullo
y aquellos días tristes
de alegría y color tu voz los viste.
(del poemario Que treinta años no es nada)