Nací para morir,
¡ya morí!,
no te preocupes;
otros me están velando
de espaldas,
yo me velo así mismo.
Te invité y llegaste
cuando se acabaron las velas;
alumbraste en un comienzo,
y hoy apagada,
me dejaste a oscuras.
Renací de la muerte
con tu voz,
con tu aliento de bálsamo.
Y morí a tus palabras,
no las leo en tu gato trovador;
se consumen en el suelo
como Begonia oculta en el bosque.
HÉCTOR PESANTEZ