Corre un viento espeso, afásico,
malgastando insano otro atardecer abatido,
un soplo aplanado dormita en las sienes
con miedo de aflorar en lágrimas barrancosas,
se arroba
–como un sueño que habla de ti-
huye turbio,
camaleónico de la melancolía de otros tiempos
para que no le abarque nuevamente
el zángano zumbido del amor.