Son azules tus ojos de lago en primavera
y alimentas mis sueños sin fin y sin descanso.
Desnuda en el silencio diriges mis impulsos
hacia otra fortaleza que sigue inexpugnable.
Fue música en mis ojos la luz de tu mirada,
fue fuerza en mi camino el calor de tu mano.
Tu empuje me llevaba a metas imposibles
y me hacía soñar con conseguirlo todo.
Tú, mujer que no olvidas, me diste las razones
que hacían de vivir una aventura cierta,
sin barreras ni muros que encerraran mis manos,
sin llaves y sin puertas.
Tu corazón azul ya no late hace tiempo
pegado a mi costado, y el mío se marchita.
Y dentro de la ira que me arrastra sin tregua
no encuentro las razones para asentar mi espalda.
Y ahora que estás lejos, y tu luz ya no existe
me pregunto extrañado por donde te marchaste,
por cual de mis heridas te escapaste en silencio,
por cual de mis tristezas te escabulliste sola,
en qué momento aciago deje de estremecerte,
en qué día terrible me miraste y te fuiste.
(del poemario Evocaciones)