Utilizar los símbolos como si fueran Otra Cosa.
La herida del facón,
El silencio del culpable,
La mirada del enamorado.
Revolver los sustantivos
Hasta tornarlos carne y pellejo,
Hasta que la polisemia no sea semántica
Sino dactilar, hojas de un pez, escamas de un duraznero.
Aferrar los adverbios,
Hasta convertirlos en barro dúctil donde disponer un mundo;
Hasta convertir a Dios en algo distinto de un niño
Creado a propia imagen y remembranza.
Romper los verbos,
Perforarlos para que escurran toda su potencia-
¡Sus líquidos móviles!- sobre la cena
Ofrendada a los pueblos.
Desgajar cada adjetivo
A las horas de la siesta, para hacer frente
A un hastío que calcina las vejeces
Y mutila en silencio las tierras cansadas.
Cercenar los símbolos,
Hacerles sangrar su más pura y eterna muerte,
Para que se materialice en nuestras vidas
Algo más físico que las palabras que nos faltan.