Con Alirio Díaz,
el Chueco Riera,
rimas y cadencias
llega a la ciudad.
Inicia su carrera
en la universidad
y con la guitarra
empieza a triunfar en Lara crepuscular.
Con Bach y Antonio Lauro,
brilla en conciertos,
y con sus manos
toca el vals venezolano,
El Ambrosio Oropeza
luce abarrotado
y un público admirado,
lo aplaude desenfrenado,
Él fue una serenata
que calcó en el alma,
en los poros de la gente,
su arte prominente.
Pancho el peregrino
enseñó lo que aprendió,
sembando saber y ritmo.
Cual escuela de cuerdas,
casa por casa,
dio a jóvenes promesas
su magia musical.
Maestro y compositor
del arpegio universal,
sembró una obra
en Venezuela, magistral,
y a nivel internacional.
Ahora desde el cielo
afina su guitarra;
al compás de Dios, entre solfeos y notas,
cantan al amor.