El sabor del café.
Busco en mis mañanas el sabor de un café.
Despierto a mitad de la noche
y mi cuerpo está al otro lado de la cama.
¡buscándote!
abrazo a la almohada en ausencia de ti.
Mi mente se distrae e imagina tu silueta
y mientras yo somnolienta.
Mi visión deja claro
que tu ya no estas.
¡Que te fuiste!
Por más que respiro no encuentro tu fragancia.
No percibo ese olor que no entiendo
y que me gusta.
Mi habitación ilusa pretende encontrarte.
Y mi cama aun intenta recrear tu perfume.
Y con todo esto,
lo jodido de este asunto es que nos gustas.
¡Que me gustas!
Que me gusta cuando vienes
y que me flipa cuando estas.
Me gusta tropezar tu cuerpo cuando duermo,
mientras tu roncas.
Y me gusta ahora,
cuando invades mis sueños y te veo,
justo el instante siguiente al que te vas.
Aquí resulta fácil sentir que faltas.
E imaginar que desentonas cantando en la ducha.
Pero es una canción en la radio y no desafinan.
Y al fin mi casa acepta que tu voz tampoco está.
Y ya no le quedan dudas.
Ni hablar de tu figura.
Que sí faltas...
Tu baile en los pasillos,
tu sonrisa traviesa y hasta el desorden descarado.
Tus saltos y tu intelectual ironía.
Sin ti no hay comentarios elocuentes con pizcas de sarcasmo.
También faltan aventuras y clase.
Tu, con tu mezcla justa de picardía y rebuscada cordialidad.
Y algunas cosas más que es inútil mencionar.
Y en mi lucha matinal yo,
irónicamente aún intento encontrar.
El sabor que tiene el café cuando es contigo al despertar.