Ella se balancea crujiente,
sobre ese columpio gratuito
que la remodela en vida.
Reseca en sus extremos,
esponjosa, comunicativa.
Tú, hoja bailarina,
tus pies puntean
desde plácidos valses
a pasionales tangos.
Sin prisas, apenas con la prontitud,
a la que aceleran las circunstancias
tus vaivenes, tus suaves movimientos.
Sólo te valen los compases
de un único reloj sin tiempo.
Tiempo concebido para tí,
sin vejez, aún sin medida.
Te desprendes dubitativa,
la parsimonia de tu planear embelesa.
Intriga, como el resultado
de la margarita a la cual consultamos,
entre este ahora me quiere...
ahora todavía no me quiere.
Besando humedades absorves calores
subiendo ligeramente...prosigues hacia abajo,
palpas el progreso implícito de tu descenso.
Rozas levemente la tierra,
y dices no!, te elevas y repites,
para al final rendirte de buen grado,
para acabar aposentando en el suelo
la extrema belleza marchita de tu lozanía.
Majestuoso, tu padre centenario observa,
atento, comprende educado tu desprender.
Descuidada, te desprendistes del anclaje,
con un musical e imperceptible chasquido
te deshicistes del vínculo que te ligaba,
para cabalgar hacia tu metamorfosis.
Acaricias el aire, destrepas
estos invisibles escalones
acompasados de tu caída.
Acoges totales perspectivas.
Posas tu frágil rigidez
respetuosamente pidiendo
permiso a la tierra fértil,
para asi ella agradecida
te deje anidar, reposar.
Descanso que no es un sueño;
y al despertar!
ya no bailas,
ya no vuelas,
ya no desciendes destrepando.
Ya eres el mismo agua,
ya eres el mismo cielo,
ya eres la misma hierba,
ya estás en todo, ya te renuevas,
no has tardado tanto en salir.
Catastes de lo global, al perder
esa excluyente anterior identidad.
Le ganastes el pulso a la memoria,
le dijistes...mira, me doy cuenta,
me integro, estoy de nuevo aqui.
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Círculos que se entrelazan
en el conjunto de lo existente,
concepciones restringidas
a tan sólo lo palpable, lo consistente.
Las razones de un mañana
están en lo creado por cada presente,
no valen cuatro palabras,
mas peso tiene el acto que sientes.
Pensamientos que conllevan
a la inercia de sucesos,
démosles importancia,
sin parecer tener peso,
cargan rotundamente
sobre todo lo latente.
Hoy fuí la hoja de un libro cualquiera,
apercibí que mi pensar ya se había pensado,
que mis viajes habian sido viajados,
que tanto en el estruendo de la guerra
como en el susurrar del amor yo ya había estado.
Al azar sumé a mi lectura
una mas de las hojas
de entre el montón de libros
que tenía a mis pies.
Verte hoja, verte, viéndome de nuevo,
con palabras usadas con la cabeza,
puestas por los pies, del derecho y del reves.
Que bonitos son los juegos,
creativos ,constructivos, sin paliativos,
al poder ser contenido,
cabedor en la vida de cualquiera.
Fuimos y somos raices,
fuimos y somos hojas
de un mismo árbol de la vida.
Este árbol, con sus hojas como pendientes,
no atiende al desprender de su físico enlace.
Hojas acariciadas, acariciando al viento,
partículas desfragmentadas,
readmitidas, en viaje de ida y vuelta,
entrando a formar parte de otra identidad
debido a una friccion invisible,
a la desintegracion integradora
que nuestros ojos ni ven,
que nuestra mente no tiene presente.
Hojas, dando asilo, refugio,
a cualquier contemporanea naturaleza.