He renunciado a ser de tu silencio, anhelo,
y en un vuelo de flechas, golondrinas fugaces,
siento que tú deshaces mis palabras nacientes
ardientes sensaciones que me envuelven
con lenguas que repiten
sutiles, viejas, tristes, canciones del pasado.
No he renunciado, a ser tu enamorado
ni a ver de tu montaña colgarse la mañana
feliz y engalanado
de granadas zafiros y sarmientos,
de viento, nube y gavilán preñada,
ni a sentir en tu boca como el silencio estalla
y se inflaman las manos y los sueños
y pequeños y viejos sentimientos furiosos se revelan
de amarte deseosos,
de amor descompensado y triste despedida,
y esa risa dormida que tú resucitaste
y ataste con silencio a tu cintura
se desmorona en torrenteras nuevas
por los ceñidos valles de tu cuerpo en la noche.
Y te abraza en el viento,
y se muere en la arena
olvidada en un sueño porque tú ni la nombras.
No he renunciado, amor, a ser tu estela,
no he renunciado, amor, a ser tu sombra.