Existía u poder omnímodo
que sustituía a otro poder total,
para cuidar del harem imperial,
otros fueron obligados a abandonar
los libros, incluso las gafas por ser
burguésas.
Ellos los representantes del pueblo
obediente al plan quinquenal, y a la muy
loada revolución cultural.
El libro rojo de Mao, un remedo de poeta
como cualquier desiquilibrádo mental.
Como cualquier dictador
por la gracia de Dios, murió en su paz
de cementerio, sin tener conciencia de
ello, allí está muy serio y tan formal en
su predio terrenal.