Me han quitado tu nombre
de las manos
y ha sido la muerte.
En vano te busco,
tus ojos no tienen destino
ni paradero tu voz.
Heme aquí,
con los dedos interrogantes.
Heme aquí
inclinada hacia el regazo
de la noche.
Más me salva ese
puñado de oscuridad
que la puntualidad
de la luz
recordándome
a sangre y a llaga
que me han quitado
tu nombre de las manos
y ha sido la muerte
y tal vez,
-un poco-
el olvido.