Un día apareció
y me sentía culpable
de la sonrisa inevitable
que en mi cara dejó.
Un día me conoció
y no sabía lo inagotable
que era mi corazón amable,
y tímida me preguntó:
¿Cómo de importante soy yo?
¿Cómo de agradable?
Era completamente inexplicable
pensar que nunca se gustó.
Le dije: La vida me enseñó
que hay bellezas intocables,
personalidades admirables
que ningún poeta vió.
Igual nunca lo entendió
y no vió lo insoportable
que es ver esa belleza inalcanzable,
y ver que nunca me creyó.
Igual siempre pensó
que su barrera era impenetrable
y que no era vulnerable
su enorme corazón.
No sé: Ella me enseñó
que hay bellezas intocables,
personalidades admirables
que ningún poeta antes vió.