En mis hojas aún en blanco,
reservadas con encanto,
que escribir quiero contigo,
con la tinta imborrable, majestuosa,
del reflejo de la aurora
que describe el infinito.
En las frases no dichas,
que me queman con fulgor,
en las acciones, quizá indebidas,
que aún guardo con desdicha
en la fantasía del amor.
En mis versos asonantes,
simples, desabridos, tal vez vanos,
que clandestinos te dedico;
sin que los escuches, te recito;
y que inconsciente has inspirado.
En un sentir más bien ruidoso,
en un latir alborozado,
en la risa entre mis enojos,
y en la alegría de mis ojos,
¡Ahí se ve cuánto te amo!