Hilos leves de viento atraviesan el tejido de ramas y bejucos,
y la enramada hace una música suave en su movimiento,
con las notas del roce breve de las hojas.
Su música de volumen muy bajo llena todo
En este pliegue los pájaros están quietos,
cantan detrás del camuflaje.
Me vuelvo tronco, tierra y viento,
me sumerjo en el verde y la penumbra
que hace la luz atravesando el ramaje
y entonces los veo a todos en su canto.
De inmediato se vuelven evidentes los ruidos
que rozan el tejido que envuelve la quietud
del aleteo de la mariposa, el golpeteo
de la hormiga caminando entre las hojas,
el Tijo-Tijo sumergiéndose como una sombra
y la Aliblanca invisible echada en el nido.
Sobra el ronquido del motor,
el volumen alto de una canción a lo lejos,
el ladrido insistente de un perro
que suceden todos fuera de la quietud.
La quietud es un lago inmóvil de silencio.
Estoy en él, soy él, somos uno,
se me han ido apagando los sonidos
de la memoria y la expectativa
y ahora floto en la tela de luz
que une este lago quieto
y el de estrellas que lo besa.