Los espacios míos no se han cerrado
he pedido por un clamor espontáneo
que cambiemos de rumbo; alejarnos
andábamos heridos, entre besos
y múltiples caricias, nuestro ‘eros’ en fuego
lo preciado de nuestro apoyo
que nos sanan tras nuestras agresiones.
Veía tus ojos, hundido en lo profundo
a ver lo que no se ve en la piel, en la silueta
en la ropa, pues hay en el fondo la luz
Y hallaba paz, y gracia.
Hemos sido montañas, la cúspides más altas
hemos sido viento, que son en cualquier contexto
aguas dulces que purifican, que son alfa, que dan vida
fuegos que consumen, transmutan y suben
hemos sido fin, fin hacía cada uno.
Pero hoy somos el fin.
Nos debatimos en voluntades, argumentos en desacuerdos
desacuerdos de morales cristianas, de deseos que afloran
y que lento, nos ahogaban por dentro
¿Y qué es el deseo?
La estética de la más superflua se aviva
florece, envuelta en egos la banalidad
y que puerco comparar aquello con las flores
Que son tan puras y necesarias.
¿Y qué es lo necesario?
Ante dilemas de nuestra esencia, y existencia.
y de nuestra era problemática
donde al fin y al cabo “Sólo hay realidad en la acción”. 1
y eramos juntos, con varias direcciones y unas opuestas.
Que seas luz, que seas fortaleza y redención
es eso lo que considero ameritas
o mejor que seas lo que tú ameritas
Lo que tú misma determines; decidas; mi Bella.
Pero sólo en ti misma.
Adolfo D’Erizans.