Lento te apagas Rosa querida.
Cual blanco pabilo vacilante.
Sumida en silencio lacerante.
Ahogas dentro de ti la herida.
Tus ojos otrora luminosos
han perdido su luz y su brillo.
Eras incansable cual chiquillo,
con pasos seguros, vigorosos.
Cuánto quisiera estar a tu lado,
acariciar tu cansada frente,
hacerte sentir cuanto te he amado.
Siento tu perfume de azahar.
Doloroso tenerte en mis venas,
!Oh madre! y no poderte abrazar.