La tarde me fue escondiendo
de la luz de las miradas,
pero no importa el silencio,
no importan las madrugadas,
si yo camino contento
que vengan muchas jornadas.
El vino me hace opulento,
me quita la pena del alma,
me revive el pensamiento
y el recuerdo de mi amada.
Me transporta a otro tiempo,
a sus brazos, a su almohada
y no lloro de sufrimiento,
es que extraño sus palabras,
a mí no me las llevó el viento,
me quedaron bien grabadas,
forjadas con hierro hirviendo
en el centro de mi alma.
También quedaron sus besos,
sus caricias perfumadas,
el sabor de su cuerpo entero
al que le brindo alabanzas.