Podría describir hasta el aleteo de las aves,
hablar del soplar del viento,
del bullicio de los bólidos
o el silencio del peatón en su parte de pavimento.
Podría intentar dar alguna descripción
al calor de la mirada del sol.
Quizás al celeste cielo
embriagador cual alcohol.
Podría hablar del bolero del aire
que hace bailar a la copa de los árboles.
Podría mencionar los grados invernales,
fríos como pisar descalzo mármoles.
Todo lo que puedas imaginar,
pero nada, absolutamente nada
es equiparable a sentir el mundo
sentado en un banco
frente a una mezcla de naturaleza y urbanismo.