Umbral: límite, frontera.
Antes de cruzarla,
el deseo cumplido de ese abrazo
en el que se entregan todos los desvelos,
todos los sueños, todas las ilusiones;
todos los pensamientos
y ese tremor corporal...
Cruzando el umbral, queda el silencio.
Y los claroscuros...
un ambiente neblinoso herido solamente
por la luz y el calor de un recuerdo,
que como brasa ardiente
de una hoguera moribunda,
se niega a morir neciamente.
María Teresa Ruíz Rentería © Todos los derechos reservados.