Alberto Escobar

Etcétera...

 

 

Mis ojos se abrieron con las claras del día. Pude comprobar que la cama estaba
yerma al otro lado, mi mujer se fue a trabajar, o no, ¡ Claro, tonto de mí, estaba
en su ciudad con su madre y los niños de vacaciones!, suele pasarme a veces, 
sobre todo al despertarme, que tardo en sincronizarme con la realidad.

Enfilo el pasillo hacia la cocina para reponer energías, decido visitar el centro
de la ciudad como un turista más, era mi primer día de vacaciones y cuando 
trabajo no tengo tiempo de aventuras culturales.

Decido desplazarme a pie para saborear a fondo cada segundo que me era dado
en ese dìa, que no era un día cualquiera, sentir el golpe del viento, cada aroma
que flotaba en el aire como si fuera la primera vez que los percibiera, yo que no 
me he movido de mi ciudad en mi casi cinquentena...

Franqueo la puerta del Museo de Bellas Artes, me place muchísimo entrar en
diálogo íntimo y casi místico con mis pintores favoritos, aquellos que pueblan mis 
mis gustos artísticos, los que me dieron a amar desde el colegio, que constituyen 
mis referencias de lo que debe o no debe ser estético.

Vuelvo sobre mis pasos para refugiarme en mi solitud de miel y rosas, la que me
permite reunirme con mis musas y con mis otros yos, que me esperan anhelantes
al otro lado de la conciencia.

Voy a llamarlos para ver cómo han pasado la jornada, les echo de menos pero 
también me añoro a mí mismo.