El peruanito
y volvió de ajenas tierras…
Y foráneas manos
con laureles bautizaron;
con alegrías muertas le ornaron
al volver de su destino
en su puño apretando
a una estrella moribunda,
que huyó fugaz y sin consuelo
al dolor de negra trampa,
diciendo adiós ¡ay! Diciendo adiós al peruanito
que soñó en un suelo santo vergel santo de claveles...
Vistió de sombras su sendero
con herida luz... la estancia blanca, la estancia que le espera;
mas, su sonrisa rubricó en paz, ¡su triste faz!,
pobre espectro, en dulce amor, en calor de hogar…
¡oh! el crepúsculo selló su adiós final.
Allá, unas loas que no saben lo fatal,
sin consuelo amaron al flagelo del mortal;
y alguien laceró su garganta al exclamar:
¡volvió \'el amarra\' ¡al fin
¡Al fin de auroras muertas tantas!
(…aunque las risas ¡mudas se quedaren por el llanto!)
Y, así, olvido su voluntad, al fin, \'el amarra\'
en hombros del amigo,
en los ojos del pariente triste,
en la ternura del amigo en sombras.
Más,
no ha de olvidar nadie ¡ninguno!
aquel viaje de pensamientos y presagios,
de latidos corporales en el alma,
de sentires indiscretos en el tiempo…
\'¡oh! Que tan pequeño y frágil
es el mundo;
pero
¡en un canto amigo,
en históricos recuerdos
nos habrán de recordar!\'
Y, en este epílogo de sombras y tristezas,
el suelo que acunó al amigo vuelto
y su mano franca explayó sin mancha,
abrazó al pariente frío que sonríe en rictus mal,
y ¡le lleva, le lleva!,
y le sueña en el lecho blanco,
inmaculadamente blanco,
con amor al \'peruanito\'
¡ay! Durmiese, durmiese, hoy y para siempre
en el recuerdo de claveles negros,
en el compendio de negros presentes
\'el peruanito\', aquel loco aventurero
que volvió a su tierra con el duelo de las sombras...
Durmió en su suelo.
17-01-17
Autor: Rudavall ¡luz y sombra!
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