¡Ella era hermosa, hermosa como flor
de primavera entre los rayos del sol;
Hermosa como el matizado color
que descubre el cielo en el albor!
Como esa belleza que solo en ángeles imaginamos,
como esa hermosura que inspira el vértigo
y que no se parece en nada a la que soñamos,
porque la supera como el sabio al mendigo.
¡Ella era bella, sobrenaturalmente bella,
hermosura diabólica que el demonio
trae a la tierra asemejando una estrella,
y que solo son instrumentos de su dominio!
Yo la amaba; como el sol a la luna,
como el aire a la nube, como mar a la playa;
con ese amor que no conoce freno ni límites;
y donde se encuentran martirios esperando goces.
Donde la felicidad es fugaz, breves instantes
que te hacen pensar que penas son deleites.
Donde queman los besos y las pasiones
como calor abrasador de miles de soles.
Ella era caprichosa, voluble y extravagante,
con deseos de mujer revelados en suspiros,
con ideas locas, alegres, extáticas y excitantes,
que brotaban en susurros de sus labios.
Yo era supersticioso, altivo, vanidoso amante;
que se volvió loco por sus besos delirantes,
y me envolvió en sus deseos y excesos aberrantes,
donde perdió su vida… y yo caí en locura insuperable;
viviendo ahora en un infierno infranqueable.