Cuántas noches hay en dos años
y me bastaría con un instante
para sentir que existe.
Con una sola presencia resumiría
los te quiero que hay en el alma.
Pero la mirada observa
que hay pasión en tus ojos
y los labios apretados
queriendo ir despacio
para que no se aflojaran los clavos
que pusiste en mi piel.
Que yo me dejé clavar
con esa misma ansia
que te supe querer.
Corrieron las noches sin sabernos
el uno del otro y la miseria seguía
creciendo más entre los dos.
Hubo tempestades de olivos
y la cremallera
parecía que se abría
sin necesitar las manos.
Fueron las palabras
que se comieron a la lengua
y esta no rehusó para nada
cuando al sonreír
se asomaba entre labios,
dejando un gusto amargo
en ese adiós.
Lo observé
¿cómo no hacerlo?
y mojaba los labios secos
y parecía que me hablaba
pidiendo que volviera a besarlo
como aquella vez
en que despidiéndonos
tanto me besaras
tanto te besé.