Inexistente

Caricias de la montaña.

Sucede que entre brisas y diversos cantos

la montaña tropical ofrece su cálido abrigo

tendiendo sus veredas para el andar constante

y unas vistas verdinegras y hermosas

de bananos y cafetos bien cargados

y las frutas maduras, son naranjas

y unos muy frondosos aguacates.

Y unos pájaros sin juicio

que dejan un árbol para pasar al otro,

se cubren con vestidos de multicolores plumajes

unos sin mirar y otros curiosos.

Hay que avanzar sobre el macadán amarillento

y el sudor que recorre todo el cuerpo

imitando los riachuelos que se discurren

entre los cristales musicales de sus lechos.

Pronto la sed te saluda e incita

a detenerte en los ojos de agua que con su natura fresca

te enamoran desde el pie de los barrancos.

Tras recodos y trepadas - no hay planicies -

se llega a las casas entabladas del poblado

humeante de cocinas tempraneras

cuyos “jumos” se confunden entre la alfombra de la bruma

y la garuba fría y mañanera.