Mi barca poco a poco se adentra en medio de la tormenta.
Se abre paso serena. Me sorprende no sentir temor, mientras las ráfagas de viento amenazan con hundirla.
Fantasmas del pasado me visitan. Me muestran su amplia sonrisa. Se ríen de mí, se mofan. Seres extraños que pensé haber dejado para siempre atrás, reviven en mi cansada mente.
La duda surge de lo profundo de mi interior y me hiela las entrañas, más que las ráfagas heladas que arremeten contra mi tan frágil embarcación.
La soledad se sienta a mi lado, me susurra una canción triste, muy triste. Ella misma enjuga las lágrimas abundantes que no puedo contener. La abrazo fuerte mientras nos sacude el vaivén de las olas.
Llueve a raudales, estoy empapado y comienzo a tiritar.
Oteo al horizonte, solo olas, viento, agua. Una idea comienza a socavar mi mente: “Sucumbir” “Dejar de luchar y entregarme”.
En medio de tan espesa oscuridad, veo a lo lejos una luz que parpadea. Un faro sin duda despliega su luz. Me llama, extiende su ráfaga. Quizás sea un espejismo, una simple ilusión, mas mirarla hace que la llama de la esperanza, que sentía extinguirse, comience a avivarse.
Suave cesa la tormenta y estoy en medio de una mar en completa calma. Exhausto me tumbo boca arriba mirando el inmenso cielo. Mi mirada se pierde en aquel infinito celeste.
– ¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Qué quieres de mí? – preguntas espontáneas vienen a mi mente.
Me siento cansado, muy cansado y quiero dormir, dormir un eterno sueño.
Mi barca se desliza sin rumbo fijo y me dejo llevar.
Siento el sol que calienta mi cuerpo inerme, ahuyentando el frío que calaba hasta mis huesos.
De repente siento una mano suave que acaricia mi frente. Una voz dulce que me dice: “no temas, aquí estoy, todo ha pasado” Abro mis ojos y ahí estaba.
– ¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Qué quieres de mí? – dije con un hilo de voz –.
– shhhhhhh, silencio. Duerme, duerme dulce criatura. Déjate llevar, abandónate. Soy el tiempo, el espacio, la eternidad. Soy y no soy al mismo tiempo y sigo siendo. Soy sosiego, tormenta, creación y destrucción. Soy el sentido de lo que no tiene sentido, soy tú, soy yo, soy nos…
Un sopor me embargó perdiendo el sentido.
Lento fue mi despertar. Las olas besaban mis pies. Ahí estaba, en una playa desierta, la arena blanca era mi lecho. Las gaviotas revoloteaban no muy lejos de mí. Me incorporé respirando profundo. Sentado miré el horizonte. ¿Qué había sucedido? ¿Fue un sueño? ¿Dónde estoy?
Me sentí sosegado, tranquilo, ni rastros de tormenta o fantasmas del pasado.
Me abracé a mis rodillas o observé, solo observar y contemplar. ¿Misterio, realidad? qué importa, ahí estaba después de la tormenta y sentía el deseo fuerte de luchar, de levantarme y caminar. Estás conmigo, estás ahí, estás en mí….