Elegía a la Muerte.
En tu paso decisivo
y final por nuestras vidas;
congelas el caparazón,
en el cual nuestra alma habitó;
lo conviertes en deshechos,
dejamos de ser y existir,
¡Muerte!, siempre al asecho,
nada somos para ti.
Tu estelar y protagónica presencia,
solo trae desolación y tristezas;
neutral y displicente te muestras
con tu manto de lágrimas,
borrando nuestras huellas.
¡Muerte!, ¿Cómo osas existir?;
siempre tan lúgubre y recelosa,
apareces sin decir.
Arrastras a las almas,
hacia sus mayores miedos,
abandono del cuerpo,
temor al olvido,
y aun mucho peor,
un más allá desconocido.
Te pregunto si acaso ¡Dama tenebrosa!
¿Eres en realidad, el final de todas las cosas?
¡Pues, no eres tan nefasta!,
si acabas con el padecer;
de aquel que yace postrado,
desahuciado ante el dolor,
si promueves su descanso,
y pones fin a su aflicción.
¡Entonces Muerte!,
¿Será de agradecerte?,
No lo sé, porque es más fácil
Sin piedad aborrecerte.