Podria odiarlo o sentir el odio
más profundo
sus palabras
revoloteaban
golpeaban
a puño cerrado.
Iba y venía
sobre su cuerpo,
sobre su mente
y, en el desorden,
la sacudía
con sus manos de tinieblas
cubriéndola
al abismo.
Callo
callo convencida
que ni la muerte
ni la vida
ni los ángeles ni los demonios
la quebrantarían
Sentía, la seguridad,
la certeza y la confianza.
Solo sabía
que era una bendición
que la quebraría y que moriría
en cada día que abriera
las puertas en llanto
donde cada vez
que su amado hijo
que hoy latía
en sus entrañas
mañana sería la razón
de su corazón
Donde las palabras
se quiebran y el amor
hacia el hijo
es la gloria
de la bendición
Mané Castro Videla