Tus pechos, cual monte en la distancia,
señalan mi camino hacia tu exacto centro.
Son faro que me guían, en besos derramados
desde su ardiente cima, oscuras quemaduras en mi boca,
hacia tu sien, tu boca, tus muslos, tus rodillas.
No me pierdo en la senda, pues tus pechos señalan
el horizonte eterno que queda por delante,
tu hermosa geografía por donde van mis pasos,
mis besos apurados que te recorren toda,
que quieren alcanzar el centro de tu centro,
la cima de tu cima, la orilla de tu mar.
Tus pechos, referencia sin miedo y sin retorno
de un camino al futuro de encuentro en tu cintura,
guiado por tus manos que me marcan el rumbo
y por la bruma cálida que desprende tu boca.
Me aventuro sin miedo por tu selva, maraña
de oscuros valles y escarpadas colinas,
húmedos corredores que me acercan al centro
de ti misma, y del atrio donde fundirme en ti.
Y allí, en la tibieza de tu profundo centro,
me disuelvo, licúo mis ansias y mis miedos,
me desbarato entero, peregrino agotado
de recorrer con ansia tus ansiados senderos.