Tierra reseca, el fuego en el aire
que no cesa, puertas cerradas
en los pueblos fantasmas, donde
los perros duermen velas y las
calles respiran siléncios de abandonadas
puertas, no hay jóvenes, a penas niños
que ni entienden a los abuelos ni a sus
consejas.
Tenían que contratar orquestas para
bailar en parejas, hoy mira los tejados
y no sale humo de las chimeneas,
el cura joven recorre varios pueblos con su motocicleta.
Sabe tanto de Cristo como de Marx, a mi se me hace,
que ahora con la libertad no le atrae el dinero,
siente la proximidad, y ve en la sotana vieja,
un pasado de perdices, de paloma y de vejez
rutinárias, cuando la única novedad era la
vida y la muerte, el sol y la luna, y el triste
saludo de un perro sin dueño , y el revoloteo
de un palomar abierto, en la tarde ya no se oyen
las esquilas y ruge el tractor, ya solo el río recuerda
que es insustituible como el aire que se respira, ha vuelto
la vida.