La noche penetraba en mi ventana
con su negrura y su sopor de estío,
ciento de estrellas, palpitante río,
semejaban brillosa caravana.
Una porción de luna, casi anciana,
usaba flacas ramas de atavío
y allí, tu bello rostro junto al mío,
lejos, muy lejos de la bulla urbana.
Tu sonrisa, tu aroma y tu mirada
eran el alba en la oda enamorada,
sueños de bosques, prados y castillos.
La noche era un Van Gogh de fino trazo
y yo me acurrucaba en tu regazo
para escuchar el canto de los grillos.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Fotografía de Silvia Calderón)