Aunque no conocíamos la razón ni la causa,
nosotros ya sabíamos que el amor no era eterno,
mas en él nos hundimos, con prisas y sin pausa,
creando primaveras cuando todo era invierno.
Nos vaciamos juntos en un cariño ardiente,
luchando contra miedos, tristezas, desencantos
y a veces nos hallamos sentados frente a frente,
vacíos de palabras y repletos de llantos.
Sospechábamos juntos que el amor se moría,
que un día no tendríamos más amor que entregarnos,
mas nunca nuestras manos se encontraban vacías.
Y es que el amor se muere y nace cada instante.
Muere en cada mirada que no nos entregamos,
y resucita luego en cada gesto amante.