Tus labios encarnados aconsejan,
y a veces susurran melancolía y pena.
Mi paso cansino,
la mirada fija en el vacío,
entrando a mi lar
las flores marchitas,
un pétalo en el cristal.
Tumbado en cama
a través de la ventana
nubes acurrucarse, grisáceas,
el gorgoteo de la lluvia,
y de cúbito prenatal
añorando el vientre maternal.
Tus labios encarnados meditan,
y a veces susurran lúgubre oscuridad.
Relámpagos centellean,
palpitan estrepitosos,
como la ira de los mundos
de un mundo,
y en cada palpitar luminoso
sombras de angustia, sombras
de miedo, sombras de un pasado pesaroso.
Tus labios encarnados callan
y a veces susurran silencio, silencio.