Soy, la menos sensata,
la del corazón triste
y los ojos moros llorosos
cantando y danzando la pena,
a la dolorosa pena del amor
a la desgarrante muerte
en el manto de llanto de niño
en el vacío quieto de la inocencia
y en la sed sedienta de amar
hasta el fin del mundo
Soy, la noble menor de las nietas,
la hija única, la de la guerra,
la rebelde, la contestaría.
La que sostiene la mirada
desde el goce del sentido del retorno.
Soy legítima pura sangre con escudo real,
mitad aria y mitad gitana.
Soy, la de la última palabra
ante la voz ciega y vacía
en las huellas sin lunas, sin soles
del dormitorio oscuro
y en el juego de las copas.
Soy, la más pequeña y la más débil
La huérfana, la de todos y, la de nadie
cargando regalos de ropa y juguetes
por los conventillos de la calle defensa
y en los largos pasillos de hospitales
jugando a ese proceso de elaboración
participando en las singularidades
de la historia del destino- sentido
de un saber insconciente
que anuda y desanuda y el deseo.
A un tirar las barajas y dar de nuevo
a ser más que un par de partidas de canasta a beneficio
para que nada, absolutamente nada, sea omitido.
Soy en permamente conjunción,
andando y aprendiendo a ser, sin fantasmas
conqueteando unas veces de ángel
y otras... otras, solo el demonio, sin mañanas.
Al filo de los bordes del abismo
la que se revela y se despoja de todo
ante el inmenso miedo y el doloroso dolor
de perder el amor
Soy, el espejo cóncavo, a viva voz viva,
jurando por Dios y la Patria,
cantando estrofas del himno
sintiendo la gloria y el honor
de nuestros soldados, de ti...
Amando y defiendo la República
Soy, esa obstinada obsesión
y hay días que juro por dios
que son los peores
en que me encuentro
solo sola para vivir sin ti
Mané Castro Videla