Bajo el humo los enemigos lloran
y detrás del aire el alcanfor crece
a prisa, a lenta voz se endurece
la balada, los amantes que oran.
se acarició el calor de los candiles
y una huella amargada del lucero
tuvo fulgente tus manos primero
ah, yo colgué los relojes seniles
allá usaron de golpe las mañanas,
los caminos, el ocote, el fuego
y pronto la tarde una llamarada
mujeres bien peinadas y lejanas
auspiciaban aquel barbecho ciego
sin prodigo candil ni luz varada.