Pasan los años y la luz se apaga,
se va extinguiendo como el halo de una vela
que chisporrotea buscando una gota de cera para seguir ardiendo.
Lo que antes fue llama
agoniza humeante perfumando la estancia.
Las tinieblas avanzan ,
intentan pintar la paredes de sombra,
pero la mecha sigue prendiendo el aire
y mis ojos se acomodan a su brillo .
Ya no necesito el resplandor del cirio efervescente,
me basta con el soplo de luz que Afrodita me guarda,
y mis ojos se iluminan bebiendo del viejo libro de la vida.
Cuando su luz de el último suspiro,
cerraré los ojos y entregaré el alma a las estrellas
pero su aroma seguirá perfumando la alcoba
y su calor caldeará mi pecho
en el ignoto camino hacia el eterno.