Abriste la puerta,
te asomaste como viento suave y agradable,
tomaste asiento, y me perdí intensamente en tu naturaleza;
Fue algo tan exquisito verte:
Cabello caoba, piel caucásica
y un temple penetrante.
Tu dicción era como narcótico para mi alma
aunque parecías modorra por las mañanas,
tu circunspecto siempre estaba a la altura para tu hermosura;
me imagino que tu contrayente está siempre loco por ti.
Para mí conocerte fue como paladear mi mirada;
Mis neuronas no sabían cómo reaccionar
al ver tu coeficiente derramado sobre tu primor.
Todo está perfectamente entrelazado:
tu sonrisa con tu matemática para hablar,
tu mirada con la naturaleza de tu ser,
tu guedeja con el viento que como esporas esparce el dulce olor a ti;
Eres una erudita con sabor a sublimidad beldad
que traspasas la esfera de mi intelecto, pero más de mi corazón.